Cosas que no debo hacer con mis presentaciones de Powerpoint (1/10)

 

Sigo encontrándome, de vez en cuando, con artículos tan exasperantes como este, en los que se propone eliminar el uso del Powerpoint (o de cualquier otro sistema de diapositivas digitales) de las aulas, aduciendo que es perjudicial para los alumnos y para su aprendizaje.

Y no seré yo el que evite criticar el mal uso del Powerpoint en las clases, en las ponencias o en las reuniones, pero de ahí a pedir que se elimine hay un trecho, que es el mismo que habría que recorrer para eliminar las pizarras, los pupitres, y hasta, si me apuran, los profesores y los alumnos. (Aquí debería decirse que estos caminos ya se han empezado a recorrer: hay clases sin pizarras, sin pupitres e incluso sin profesores o alumnos, en las versiones a distancia del aprendizaje). No, no seré yo el que no sea exigente con las diapositivas de Powerpoint. De hecho, permítanme ser exigente, muy exigente.

Cosas que nunca deberíamos hacer con Powerpoint (1/10)

1- Usarlo como guión

Si lo primero que hago cuando tengo que preparar una clase nueva, una ponencia o una reunión es abrir el Powerpoint, mal voy. Hay dos partes en cualquier presentación: el fondo y la forma. Y no nos equivoquemos: lo más importante es el fondo. El fondo es lo que hemos venido a comunicar. Es lo que nos han pedido que transmitamos. Sin ese fondo, nada tiene sentido. La forma, por contra, es el soporte, es el canal, es la manera de que esa transmisión funcione. Si lo primero que hago es abrir el Powerpoint quiere decir que estoy pensando más en la forma que en el fondo. Lo primero que hay que hacer para preparar una presentación es… [redoble de tambor]… pensar. Pensar en qué quiero decir, primero. Luego cómo estructurarlo. Y finalmente (sólo finalmente), qué forma va a tener.

Si lo primero que hago es abrir el Powerpoint significa que ya tengo muy claro que lo voy a usar como guión. Es decir, que voy a ser de esos presentadores lamentables y aburridos hasta el colapso de la audiencia que se colocan en perpendicular a la audiencia, con un ojo en la pantalla y el otro en el público para, completamente de lado (perdiendo así buena parte del contacto visual, tan importante en comunicación, perdiendo igualmente capacidad expresiva no verbal), buscar en las diapositivas lo que debe recitar. Lo hemos visto muchas veces: el presentador medio de lado, callado después de terminar la exposición de uno de los subtemas de su presentación, mira a la pantalla y pasa la diapositiva para descubrir de qué tiene que hablar ahora. “¡Ah, sí! —exclama, como iluminado—, “ahora hablaremos de esto!”.

Hay un nivel de inutilidad más profundo, en este tema, que es el del presentador que se gira COMPLETAMENTE hacia la pantalla para leer las doscientas palabras que en una diapositiva concreta ha embutido. No lo duden, nos las va a leer todas. Pero de esta gente ya no quiero hablar, que pertenecen a un pasado que espero no vuelva jamás, los presentadores jurásicos.

Este artículo forma parte de una serie que se irá publicando periódicamente, para cubrir todos los errores más habituales en el uso de Powerpoint para dar clases o hacer presentaciones.

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