El jinete o el caballo: ¿Qué prefieren los inversores?

 

A menudo, los/las emprendedores/as se obsesionan con las ideas de partida. Todo el mundo cree tener “el nuevo Facebook”, o “el nuevo Instagram” o “el nuevo loquesea“. Todos creemos tener buenas ideas, geniales ideas, que van a cambiar el mundo y que, por supuesto, van a tener éxito y permitirnos montar un proyecto emprendedor sobre ellas. Pero la realidad suele ser más bien otra.

Cuando a unos inversores se les presenta una propuesta emprendedora, por supuesto, se fijan en la idea de partida, en si es original o si, en cualquier caso, parece tener espacio en el mercado o en el mundo. Es decir, analizan si la idea tiene potencial. Pero hay otra cosa en la que se fijan, otro aspecto que, en realidad, les importa aún más que en la propia idea: el/la emprendedor/a.

Dicho de otro modo, les importa más el jinete que el caballo que éste cabalga. Porque el caballo puede ser rápido, tener potencial ganador, ser mejor que los demás, pero lo que marca la diferencia es la monta del jinete, cómo lo lleva, cómo le saca el máximo partido, cómo le endereza el rumbo cuando éste se desvía.

Con los proyectos de emprendimiento ocurre exactamente igual. Lo que un inversor quiere ver es que su dinero lo va a gestionar alguien que parece controlar la situación, que tiene un alto grado de compromiso, de proactividad, de sacrificio, y que aparenta tener muchas habilidades de gestión e interpersonales para coger las riendas del proyecto y del capital que se le adjudica.

Porque, además, en un proyecto emprendedor la idea inicial va mutando a medida que va pasando el tiempo y las rondas de financiación, a medida que van entrando nuevas aportaciones de capital y nuevos socios. La idea de partida, como no podría ser de otro modo, se va puliendo y adaptando a medida que se va conociendo el mercado y se va intentando montar una estructura que le dé forma. Así que la idea de partida, aquella que se suponía que iba a ser revolucionaria, “el nuevo Facebook”, ya no es la misma (puede ser, ahora, todavía más revolucionaria que antes, puesto que se ha perfeccionado); no tiene ningún sentido defenderla a capa y espada como si fuera perfecta desde sus inicios.

En cambio, lo que sí que hay que defender a capa y espada es nuestra visión, nuestra actitud al respecto del proyecto emprendedor, sacando a relucir en cada encuentro con potenciales inversores nuestras mejores bazas y las de nuestro equipo. El cómo hacemos las cosas, nuestro compromiso, nuestras habilidades deben salir a relucir en cada ocasión. Eso, y no otra cosa, es lo que va a hacer que a los inversores no les tiemblen las manos a la hora de extender cheques. Se trata de darles confianza, demostrarles, incluso, que si nos cambiaran la idea, si el proyecto fuera distinto, seguiríamos aportándole ese plus, ese valor añadido que convertiría cualquier cosa que pusieran en nuestras manos en potencial oro. Ese es el mensaje. El valor somos nosotros; por lo que apuestan, pues, no es por el caballo, sino por el jinete. ¡Esa es la apuesta ganadora!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Áreas de influencia para la diagnosis de un escenario o mercado

Repetible y escalable, las dos claves para convencer a un inversor

Los KPIs (o cómo mejorar el control de su organización) vol. I