Los obstáculos de la creatividad (III)

 

Siempre llevamos con nosotros las mejores intenciones cuando nos disponemos a intentar ser creativos, innovar, resolver alguna situación problemática. Incluso, en muchos casos llevamos en la recámara varias técnicas de creatividad que nos van a ayudar en el proceso. Pero lo que a menudo no sabemos, lo que a menudo ignoramos o no somos conscientes de ello, es que junto con las mejores intenciones y las técnicas de creatividad, también podemos estar llevando algunos de los inhibidores habituales de creatividad. ¿Qué son los inhibidores de creatividad? Son obstáculos que nosotros mismos nos proveemos y que, sobre todo si no somos conscientes de ello, nos van a impedir ser realmente creativos, realmente innovadores.

Esta serie de artículos que (que ya inauguramos hace unos días) tratarán, justamente, de permitirle descubrir esos obstáculos para poder superarlos y evitar que inhiban su potencial creativo.

El tercero de los obstáculos le propongo que lo descubra, una vez más, con un juego que puede usted intentar resolver en pocos minutos, con un papel y un lápiz como únicas armas.

Es muy probable que haya podido llegar a la solución, pero aún así me reconocerá que no ha sido fácil. Esta es la solución.

Como puede comprobar, la clave para encontrar la solución aquí era salirse del margen imaginario de los nueve puntos. Nadie dijo que no pudiéramos dibujar líneas más allá de los puntos, no había ningún límite, ninguna condición al respecto. Seguro que ha oído hablar alguna vez de aquello que ahora llaman “think out of the box”, es decir, pensar más allá de los límites. Sin un tipo de pensamiento así es imposible ser innovador, puesto que pensar “dentro de la caja” implica necesariamente pensar como siempre lo hemos hecho, no hay innovación posible, así.
Y debemos pensar “fuera de la caja” fundamentalmente para luchar contra el obstáculo inhibidor de la creatividad que hoy queríamos tratar: el que tiene que ver con las limitaciones innecesarias. Se trata de esas limitaciones que a pesar de que nadie nos las ha impuesto, insistimos en respetar, como si fuera ley, como si fuera de sentido común respetarlas. Respetarlas, en este caso, significa limitarse innecesariamente, constreñir nuestras capacidades creativas, confinarlas a una celda mucho más estrecha de lo que debería ser. De la eliminación (o no creación) de esos muros invisibles dependen nuestras posibilidades de llegar a soluciones realmente innovadoras.

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